Ahora, antes de que acabe el año, vale la pena preguntar si seguimos pensando igual que hace 10 años, o hace 12 meses o, mas corto aún, 3 días. Cabe la pregunta para reconocer qué tanto se han modificado nuestros criterios o si seguimos con las mismas ideas de la adolescencia, o de la Universidad o (peor aun) con las que nuestros padres nos trasmitieron en algún momento de nuestra educación. Es una pregunta necesaria porque retrata el grado de anquilosamiento (o terquedad) y la poca capacidad de apertura mental de la que disponemos. Porque una persona terca, obcecada, es como una vaca muerta atravesada a mitad del camino. O, por el contrario, podemos reconocer que no opinamos igual porque estamos vivos y la necesidad de integrar nuevas ideas, experiencias y conceptos se vuelve indispensable, sanador. Lo que aprendimos y practicamos pudo servir en ese momento, pero ya ese tiempo no existe y la adecuación al presente es prioritaria. Por eso aquí estamos, moviéndonos y aceptando que otros también se mueven…

Porque así va a ser este 2022 para Colombia. Un año de movimientos en especial de pensamientos y criterios, donde mucho de lo que creímos y defendimos, es posible que ya no tenga vigencia. El descredito de instituciones tradicionales como la Iglesia, el Estado, los políticos, es aterrador. Entonces se requiere construcciones nuevas para tiempos nuevos. Los cambios de opinión van a estar a la orden del día. Lo importante es descubrir desde qué lugar se hace ese cambio de ideas: si desde el reconocimiento de que se puede  (y debe) pensar diferente porque nada permanece estático, desde el oportunismo (me monto al tres del momento), desde el miedo o desde una reflexión interior donde se compruebe el intenso movimiento de la vida.

¿Es posible detener la evolución? ¿Alguien puede frenar el transcurrir del tiempo? ¿Se puede congelar el conocimiento? ¿Un ser humano puede permanecer, si permanecer, estático 5 años, 3 meses, 4 días?   Para muchos, cambiar de opinión significa traicionar ideas anteriores, ser “aguas tibias” o blandengue que se acomoda al  momento. “Traicionarse” a si mismo puede significar un acto de profunda humildad. Ya no me acomodo con ese amor, con ese criterio, con este amigo, con esta filosofía. Hablo de traición porque se debe decidir entre un pensamiento rígido o uno flexible. Y traición significa casi una liberación: escojo el presente por encima del pasado y el futuro. Trato de ser fiel a mi mismo, sino ¿a quien mas? ¿Que tanto para muchos, Margarita Rosa De Francisco es una traicionera de “su clase” porque se atrevió a cuestionar esta Colombia de inequidades mientras otros se aferran con obsesión a un mundo que ya no existe? 

Cambiar de opinión y ser tolerante, dos paradigmas para practicar en el nuevo año. Antes que nada es una apertura interior porque se debe escuchar, nunca callar al interlocutor. Y estar dispuesto a ser permeado por una idea o un criterio que me ubique en el mundo de hoy y que posiblemente cuestiona lo que he creído hasta ahora. Nada fácil pero es la tarea de un país que necesita reconocer sus inequidades. El presente dura un instante y debo prepararme para ello. Los depresivos viven en el pasado, los ansiosos en el futuro y los que tienen paz en el presente. Te deseo equilibrado 2022.

Gloria H. @GloriaHRevolturas

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